The paradox of choice

Escribir en este blog sobre un libro de un catedrático de Teoría Social que escribe habitualmente en publicaciones relacionadas con la psicología puede a priori parecer un poco extraño. Quizás si explico que ha sido el libro con el que más he aprendido y disfrutado últimamente, se podría pensar que voy a hablar sobre él simplemente porque me apetece. Pero viendo la carátula de la versión en pasta dura y relaciono alguna de las principales ideas con las que me he quedado del libro con cosas que he oído y leído a otras personas del ámbito grastronolicio (gastronómico-alimenticio), creo que se entenderá que hablar de él viene al caso.

El libro parte de la premisa de que no tener elección nos hace infelices, pero que cuanto más aumentan las opciones de las que disponemos, nuestra felicidad deja de aumentar y empieza a decrecer hasta el punto que puede incluso hacernos miserables. Vivimos en una sociedad donde las opciones son ilimitadas y los individuos somos responsables de nuestros éxitos y fracasos en base a las decisiones que tomamos. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos estamos continuamente tomando decisiones de todo tipo (qué desayuno tomar, qué ruta para ir al trabajo, con quién salir a cenar, o qué coche comprar). Cuantas más opciones hay, más tiempo hay que dedicar a analizar dichas opciones, a valorar sus ventajas e inconvenientes, a compararlas con el resto de opciones, y más probabilidades hay de que una vez pasado el proceso de elegir nos sintamos defraudados, decepcionados, o pensemos que podríamos haber elegido mejor. Para poder llevar una vida normal dentro de esta vorágine de decisiones necesitamos establecer categorías en las que no vamos a elegir, tenemos que tomar ciertas decisiones en base a criterios mínimos que nos hayamos preestablecido y no pasar por todo el proceso de análisis que reservaremos para las decisiones importantes.

Cuando el otro día vi el reportaje de Cuatro ¿Sabemos lo que comemos? y después lo comenté con algunos gastronolicios llegué a la conclusión de que no solo no sabemos lo que comemos sino que en muchos casos no lo queremos saber, y quizás en cierto modo sea mejor así. Si cada vez que vamos al supercado a hacer la compra empezamos a plantearnos uno por uno cada uno de los elementos que vamos a comprar (de dónde viene, qué lleva, cómo está hecho…) en comparación con el resto de opciones de su misma categoría, el proceso de compra se eternizaría. Es por eso que es necesario que como consumidores elijamos responsablemente los criterios por los cuáles vamos a guiarnos a la hora de hacer la compra (los que para cada uno sean más importante: precio, origen, marca…) y aferrarnos a ellos.

Se plantea entonces la necesidad de educarnos como consumidores en qué es lo que realmente estamos comprando y si debemos o no comerlo. Debemos como sociedad y como individuos sentar las bases de lo que la alimentación debe ser, y de la importancia que tiene cocinar, y trasmitirla a nuestros hijos. Pero eso da para otra reflexión otro día.

The paradox of choice es un libro de Barry Schwartz, recomiendo ver la entrevista que Eduard Punset le hizo para Redes a principios de 2010: Por qué más es menos y oir a Barry Scwartz hablar sobre su libro en esta charla de 2005: Barry Schwartz sobre La paradoja de la elección está en inglés pero tiene subtítulos disponibles en 33 idiomas. (Por cierto que llevo meses enganchada a las charlas de TED!).

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