Otra cosa que creía que no me gustaba y me encanta: las torrijas.
Para mí las torrijas eran rebanadas de pan de molde mojadas en vino dulce, fritas y bañadas en miel. No me gustaban nada, podía comerme un trocito para no hacerle un feo a mi abuela cuando las hacía, pero no las disfrutaba. Luego mi madre empezó a hacerlas mojadas en leche aromatizada y bañadas en chocolate de cobertura, y yo ya no comía otras. Más tarde me di cuenta de que las torrijas fuera de Sevilla eran otra cosa y me gustaban, así que las como de todas clases (menos las «sevillanas»).
Nunca las había hecho y hoy me he lanzado. Rebanadas de barra chusquera de supermercado de hace 2 días, mojadas en leche infusionada con naranja y cardamomo, fritas y rebozadas en azúcar con piel de naranja. De sabor están riquísimas, pero me han quedado un poco secas, (sobre todo la corteza del pan).
Tengo que practicar más.